jueves, 3 de enero de 2008

Yo para ser feliz quiero un camión


Pocos son los transportistas que, hoy por hoy, cantarían este pegadizo estribillo de Loquillo. Al menos, es lo que se desprende del estudio publicado por la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos (ATA) en colaboración con el Instituto Nacional de Seguridad en el Trabajo.


Las consecuencias de los profesionales del transporte nacen de los riesgos inherentes a este tipo de trabajo; esto es, los siniestros de tráfico propios de la carretera, y los que se derivan de las jornadas ante el volante, como el adormecimiento de las extremidades, las lumbalgias y el estrés.


Es cierto que cada tipo de trabajo exige unos esfuerzos y está sujeto a riesgos; sin embargo, en el mismo estudio se confiesa que únicamente el 10% de los transportistas tiene cobertura de accidentes laborales y que sólo el 38% se hace revisiones médicas. ¿Qué pasa aquí?, ¿por qué, estando atados a riesgos tan nocivos, la mayoría no lleva a cabo actividades preventivas?.


Otro asunto es el 20% que afirma no hacer descansos regulares cuando trabaja. Señores (la inmensa mayoría de los transportistas son hombres), descansen un poco, tanto por su propia seguridad como por la del resto de conductores... ¿No es más sano llegar más tarde de lo previsto que no llegar nunca?


De todo esto emerge una necesidad evidente: mejorar la cultura preventiva de este sector, conocer mejor las motivaciones de los transportistas y los condicionantes que modulan los comportamientos de riesgo en esta área laboral. Con esto, quizá se resuelvan algunos de los interrogantes planteados.

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