viernes, 28 de diciembre de 2007

Es mi turno


Todos, en alguna ocasión, nos quejamos de algún aspecto relacionado con nuestro trabajo: algún compañero o compañera manta, los jefes y sus "tiránicos caprichos", o el tiempo que perdemos en autobuses y metros hasta llegar desde casa. Si nuestra queja se centra en el horario, las frases habituales son: "Es que madrugo mucho", "Es que salgo tarde", "Es que trabajo el sábado",...


Imaginemos por un instante que, además de estos obstáculos en nuestro confort, se añadiese otro: Trabajar cada semana en un horario distinto, trabajar fines de semana y descansar el lunes y el martes, no disponer de medios públicos de trasporte porque entramos a altas horas de la madrugada... Bienvenidos al trabajo por turnos.


Si hay algo que descentre al ser humano es, sin duda, la situación de falta de monotonía, el cambio constante en los hábitos; esto es, los turnos rotativos. Entrar a trabajar durante una semana por la mañana, a la semana siguiente por la tarde, a continuación por la noche, y vuelta a empezar. No es de extrañar que los empleados de esta modalidad de trabajo padezcan diversos síntomas.


Sin embargo, los motivos de este tipo de organización temporal del trabajo son importantes para las organizaciones (dar mayor servicio al cliente, maximizar los recursos, aumentar la productividad,...), por lo que se extiende cada vez más por las empresas.


La pregunta que surge es: Si colocamos en un plato de la balanza los problemas derivados de los turnos en el trabajador (estrés, fatiga, trastornos del ritmo circadiano,...) y en el otro plato los beneficios que obtiene por ello (horas extra, plus de nocturnidad,...), ¿qué parte pesará más?...

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